Estimado señor Wert:

Estimado señor Wert, dicen que las comparaciones son odiosas, en este caso yo las calificaría de humillantes. Pero no se asuste, que no hay nada personal en estas líneas. O sí, asústese o al menos sorpréndase, pues le voy a hablar de una enfermedad, una rara dolencia que, al parecer, padecen muchos de los políticos, incluido usted, que dicen representarnos. Vaya por delante que, dadas las escasas ayudas a la investigación en este país, aún no he podido asignarle un nombre científico, coherente y serio, por ello, bajo mi humilde aportación he decidido denominarlo “Comparativitis”. Esta extraña patología se puede presentar —según los primeros indicios— en varios grados, siendo el más preocupante el denominado “Selectivitis”. El principal síntoma de esta enfermedad es una afán maníaco-compulsivo por comparar el país de origen con otro u otros, asignándoles a estos últimos una calidad superior o una verdad absoluta sobre los dictámenes y/o consejos sobre el propio. Así, en su estado más grave, el individuo que lo padece realiza una extrema comparación de un modo selectivo y excluyente, esto es, solo para lo que le interesa, obviando aquellas comparaciones en las que su teoría saldría perjudicada.

Puesto en antecedentes, quieto tranquilizarle. Yo no voy a criticar ni opinar sobre su reforma del sistema de becas en España. Que para eso están los expertos en la materia, entre ellos los rectores universitarios a los que aplaudo y admiro. Sin embargo, y para mi tristeza, tengo que decirle que al carecer de los medios adecuados en la investigación (véase utensilios esterilizados), me he contagiado de la enfermedad de la que le advertía en el primer párrafo. Vaya fastidio. Afortunadamente, de momento, está en su estado inicial con lo que aún no es selectiva. Así y tras haber oído, hasta la saciedad, las comparativas que desde el sistema político español se hacen de España con otros países europeos, y la forma en la que se asumen como santa doctrina las recomendaciones de los gobernantes y antas de estos, me ha dado por comparar. Parangonando nuestro sistema de becas y ayudas con el de dos países al azar. Finlandia y Alemania. Sí, ya lo habrá notado, mi enfermedad también se va agravando y empieza a ser, a mi conveniencia, selectiva, pero que quiere que le diga, de tanta equiparación programática me he debido de imbuir en lo germano. Para no aburrirle solo le daré algunos datos de mi comparación:

Libros en la educación obligatoria: En Finlandia son totalmente gratuitos.

Tasas de Matrícula universitaria: En Finlandia y Alemania son gratuitas.

Inversión en Educación/PIB: En Alemania es casi el doble que en España.

Competencia Científica: Finlandia es superior a España entorno al 150%.

Investigadores: España, tienen que irse. Alemania, encantados de recibirlos.

Políticos: Alemania, 1 cada 554 habitantes; España, 1 cada 106 habitantes.

Tasa de Paro: Qué mala memoria, ¿cómo se decía? ¡Ah, sí! Ignominioso.

Y así podría seguir aportando datos que, evidentemente, pueden ser calificados de intencionados o de estar sesgados. No lo haré. Como final a esta misiva solo quiero plantearle alguna pregunta en base a un argumento (aprovechando una tregua sobre mi lucidez mental que acaba de darme el virus):

Si tan claro tenemos (o tienen) que tenemos que compararnos con países como Alemania, y dado que parece inevitable acatar sus mandamientos económicos a rajatabla, ¿no cree que también deberíamos parecernos a ellos en cuanto a las ayudas y becas al sistema educativo? ¿Quizá no sería mejor reducir otro tipo de gastos superfluos e innecesarios en lugar de lastrar el futuro del país? Estoy convencido de que hay que premiar el esfuerzo y la calidad pero, ¿realmente cree usted que el problema del sistema educativo español es que un alumno saque un 5,5 o un 6,5? Porque si es así como se va a solucionar todo, mire usted, ponga un 9 y así todos de sobresaliente.

P.D. Para los profesores que no estén conformes con la subida de notas para acceder a las becas: Os recuerdo “Las notas las ponen los profesores”.

Fuente: Murcia Economía

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